A partir de 1720, Johann Philipp Franz von Schönborn, obispo de Würzburg (uno
de los estados del Sacro Imperio Romano Germánico), encargó la construcción de
una nueva Residenz (palacio en la
ciudad). El arquitecto en jefe, Balthasar Neumann, era uno de los más emblemáticos
de la Alemania central y su forma de entender y modelar en espacio, sobretodo
en edificios religiosos, hicieron de él uno de los mejores exponentes del
Tardo-barroco. Neumann también contó con la colaboración de afamados
arquitectos como Robert de Cotte (el discípulo de Mansart que terminó la Chapelle Royale de Versailles) y Johann
Lukas von Hildebrandt (uno de los dos arquitectos que definieron la Viena
dieciochesca). El resultado fue un inmenso palacio que es, quizás, el mejor resumen
de la arquitectura cortesana del siglo XVIII.
Fachada de la Residenz que da al jardín, en ella se muestra la mezcla de influencias francesas (pabellones laterales) y vienesas (pabellón central). |
Paradójicamente la envergadura de la nueva Residenz, contrasta con la pequeñez del extinto Obispado de Würzburg,
pero resulta emblemática de lo que fue el auge constructivo en los medianos y
pequeños estados que formaron el Sacro Imperio Romano Germánico. El obispo Schönborn
pretendía con esta magna realización, no solo remarcar el poder económico y el
prestigio cultural del obispado y de su
reinado, sino también recalcar la fidelidad hacia la figura del Emperador.
Muy habitual fue, sobre todo entre los estados religiosos, que los grandes monumentos
destilaran una gran deferencia hacia la institución imperial, que no en vano
era vista como garante de su independencia frente a los potentes estados
emergentes como Prusia o Baviera.
La Kaisersaal, uno de los mejores ejemplos del grandilocuente Rococó centro-europeo. © Bildarchiv Foto Marburg. |
Así pues, la sala más importante de la Residenz,
la Kaisersaal, glorificaba, a través
de los magníficos frescos de Giovanni Battista Tiepolo, las espléndidas
relaciones que siempre había habido entre los obispos de Würzburg y los
distintos emperadores y dinastías. Al norte y al sur de la Kaisersaal se abrían en enfilade
los llamados Kaiserappartements (Apartamentos
Imperiales) o Paradezimmer (Estancias
de Parada). Estas suntuosas series de habitaciones no estaban destinadas a
servir de residencia al obispo, sino para alojar al Emperador o a visitantes
muy importantes que pasaran por Würzburg, y siguiendo la costumbre medieval
solo se amueblaban cuando recibían las regias visitas.
La distribución de dichas estancias era aquella que, originada en los
grandes palacios de los prelados romanos, se había refinado más tarde en
Francia para luego expandirse por Europa. Primero varias antecámaras para
filtrar las visitas según su rango, luego la cámara que servía de dormitorio público, a
continuación el gabinete para recibir visitas en privado y finalmente una galería
sin un uso concreto pero que era un resquicio ceremonial de este tipo de
estancias que habían aparecido en la Francia del siglo XVI (véase la Galerie de François I en Fontainebleau).
Enfilade de los Paradezimmer, típica muestra de la importancia de los ejes de simetría en el Barroco. © Bildarchiv Foto Marburg. |
Si los Südliche Paradezimmer (1740-1745)
fueron realizados según la distribución mencionada, los Nördliche Paradezimmer fueron hechos a toda prisa a partir de 1743
para poder alojar en 1745 al emperador Franz I de camino a Frankfurt para su coronación.
Más tarde tuvieron que ser rehechos, las tres primeras antecámaras fueron
rehechas de 1749 a 1754. El resto del apartamento tuvo que esperar más, no fue
hasta 1769 que las estancias fueron decoradas en un estilo que se considera uno
de los últimos ejemplos del Rococó en Europa. Pero por aquel entonces,
las nuevas modas francesas que valoraban los espacios más íntimos y cómodos ya habían
cuajado en todas las cortes europeas. Después de la cámara se decidió substituir
el gabinete y la galería por tres gabinetes más pequeños que constituyeran una
especie de appartement privé. El primero
de los gabinetes servía como comedor (Souperzimmer),
el segundo como saleta de té (Teezimmer)
y el último como gabinete de trabajo o de lectura (Grünlackiertes Zimmer).
El Teezimmer. © Bildarchiv Foto Marburg. |
El Grünlackiertes Zimmer (Gabinete
Lacado Verde) era la estancia más preciosa de los Nördliche Paradezimmer no solo por la doble exposición que le daba
mucha luz sino, y sobre todo, por los elaborados paneles de madera lacada verde
que recubrían sus paredes y que esculpió Antonio Bossi de 1769 a 1772.
El Grünlackiertes Zimmer. © Bildarchiv Foto Marburg. |
El Grünlackiertes Zimmer. © Bildarchiv Foto Marburg. |
Sobre-espejo de Antonio Bossio fotografiado antes de 1945. © Bildarchiv Foto Marburg. |
Detalle de los paneles o boiseries, antes de 1945. © Bildarchiv Foto Marburg. |
Detalle de la cornisa, antes de 1945. © Bildarchiv Foto Marburg. |
Después de la disolución del Sacro Imperio (y del obispado) en 1806, el
palacio acabó en manos del Reino de Baviera, y en 1921, tras la caída del
Imperio Alemán, se abrió como museo.
En 1945, como todo el patrimonio alemán, la Residenz de Würburg vivió su annus
horribilis. El 16 de marzo, apenas mes y medio antes del fin de la guerra,
Würzburg fue bombardeada, las estructuras de madera del tejado se incendiaron y
los techos no tardaron en desplomarse llevándose por delante cornisas y
frescos, afortunadamente las bóvedas de piedra de los salones centrales
pintados por Tiepolo resistieron el fuego.
El Grünlackiertes Zimmer hacia 1900. © Bildarchiv Foto Marburg. |
El Grünlackiertes Zimmer en 1946. © Bildarchiv Foto Marburg. |
A lo largo de más de cuatro décadas se ha procedido a una ejemplar restauración
del palacio, y a pesar de que algunos aposentos se han perdido para siempre, la
Residenz ha tenido la suerte de no desaparecer bajo las palas de excavadoras poco interesadas en restaurar edificios carbonizados.
Estuve hace pocos días y verdaderamente es una maravilla recuperada de manera asombrosa.
ResponderEliminarUn problema y es que tienes que dejar absolutamente todo en el coche o en un especie de ataud que hay a la entrada, ni bolsos, ni mochilas ni cámaras fotográficas. Si que es verdad que a la salida puedes comprar algun libro y alguna postal.
Si, una magnífica recuperación sin duda, aunque falten los aposentos neoclásicos del archiduque Ferdinand, quien sabe, quizás algún día los volvamos a ver.
EliminarSobre la política del museo, la verdad es que me parece bien que obliguen a dejar los "bultos" en la taquilla, pero eso de no hacer fotos siempre me ha parecido exagerado, al fin y al cabo es patrimonio de todos.
Atentamente,