Louis XIV tenía ya bastante claro en 1668 que Versailles no iba a ser otra
de las muchas residencias que los monarcas franceses poseían cerca de la
capital. Antaño sus castillos y palacios se había esparcido por el Valle del
Loire, desde el reinado de Henri IV lo hacían alrededor de Paris. Pero el
monarca francés tenía probablemente decidido, aunque muchos lo ignoraran, que
Versailles iba a ser la sede de la corte, suplantando al constantemente ampliado
Louvre.
En 1668, Louis XIV empezó la Segunda Campaña de Ampliación. La Primera Campaña de Ampliación había
consistido, esencialmente, en embellecer el viejo pabellón de caza de Louis
XIII: sacar los establos y las cocinas del edificio principal, embellecer las
fachadas…La segunda iba a ser mucho más monumental.
Louis XIV pintado hacia 1661 por Charles Le Brun. |
Versailles despues de la Primera Campaña (1668) de Pierre Patel. |
El monarca, ya fuera por nostalgia o por ahorrar tiempo o dinero, quiso
conservar el viejo palacete de su padre, así que los diseños del arquitecto
Louis Le Vau tuvieron que plegarse a dicha circunstancia. Le Vau, el arquitecto
barroco francés más emblemático de la décadas centrales del siglo XVII, ideó
algo llamado “l’Enveloppe” (la Envoltura). Su plan consistía en rodear el viejo
edificio con uno de nuevo, que cara al jardín exhibiría una monumental fachada
a base de ordenes superpuestos, columnas y pilastras, pórticos, hornacinas y un
tejado a la italiana; vamos, que debía ser un emblema de aquello que
orgullosamente se llamó “el clasicismo francés”. Francia debía ser la nueva
Italia. Claro está, que no fue mérito exclusivo de Versailles, aunque éste fuera
su representante más espectacular.
Planta baja del palacio donde se muestra el castillo original (negro) y l'Enveloppe (marrón). |
Nueva fachada hacia el jardín, emblema del Barroco Clasicista francés. |
En lo que respecta la distribución del palacio, Le Vau situó las estancia
reales en el nuevo edificio y siguiendo la estricta simetría típica de la
época: el norte el llamado Appartement du
Roi, al sur el Appartement de la
Reine. Entre ellos se abrió una amplia terraza que permitía contemplar el
nuevo jardín. La terraza, muy en línea con la influencia de las villas
italianas, era, no obstante, poco adecuada si se pretendía usar Versailles como
algo más que una residencia de campo, aunque probablemente Le Vau no lo sabía.
Vista de la fachada del jardín de Versailles hacia 1675, en ella se aprecia la amplia terraza de Le Vau. |
Las estancias del Rey y las de la Reina poseían entradas independientes:
una amplia escalera de mármol, típico elemento de los palacios barrocos. La de
la Reina recibió el nombre de Escalier de
la Reine, pero la del Rey se llamó pomposamente Escalier des Ambassadeurs, pues los embajadores extranjeros la
usarían al asistir a las audiencias regias.
Aunque seguramente Le Vau concibió ambas escaleras jamás las vio empezar,
muerto en 1670, fue substituido por su discípulo François d’Orbay. Durante ocho
años, D’Orbay siguió escrupulosamente las directrices de su difunto maestro y
en 1672, en colaboración con el pintor y decorador Charles Le Brun, se empezó
la suntuosa Escalier des Ambassadeurs.
Pero en 1678, D’Orbay fue substituido por un joven de apenas treinta años,
Jules-Hardouin Mansart. Mansart iba a dominar la arquitectura francesa durante
más de treinta años, y a él se deben las partes más espectaculares de
Versailles.
El nuevo arquitecto decidió eliminar la terraza de Le Vau y construyó en su
lugar una larga galería que unía las estancia del Rey y las de la Reina, era la
famosa Galerie des Glaces. Por aquel
entonces el presupuesto destinado al palacio era diez veces superior al que,
apenas unos años antes, había recibido el Louvre.
Una vez terminada la obra, la nueva Escalerier
des Ambassadeurs empezó a recibir su suntuosa decoración. Pero a priori, lo
que más sorprendía era lo espaciosa que era. Durante la Edad Media las escaleras
interiores eran de caracol (como en el Château
de Blois), durante el Renacimiento se empezaron a hacer en tramos rectos y
se llamaron escaleras “à l’italienne” (como en el Palais du Louvre), pero no dejaron de estar encajadas entre dos
muros hasta el Barroco. Las nuevas escaleras “à la française” se desarrollaban
espaciosamente en amplios volúmenes cuadrados o rectangulares y dos de sus
primeros ejemplos fueron la escalera del Château
de Maisons (1640-1649) y la del Hôtel
de Ville de Lyon (1658-1667).
Planta de la escalera que muestra el elaborado pavimento de mármol. © RMN-Grand Palais (Château de Versailles) - Gérard Blot. |
La escalera de Versailles seguía el tradicional esquema decorativo de los
palacios barrocos, en los que los vestíbulos tenían un aspecto más mineral y
primaba lo monumental por encima de lo exuberante. Presentaba una parte baja
formada por arcadas y decorada con dibujos geométricos hechos con mármol rojo
veteado de Rance (el que más se utilizó en Versailles), mármol verde de Campan
y mármol grisáceo de Languedoc. Desde la planta baja arrancaba la escalera, que
era del tipo “à l’impériale”, es decir con un tramo central que luego se
bifurcaba para seguir en direcciones distintas. El primer piso se organizaba a
través de pilastras jónicas que alternaban con bajorrelieves, pinturas,
trampantojos y puertas (muchas de ellas falsas). Una bóveda decorada con
arquitecturas ficticias cubría la estancia. Pero como la escalera carecía de
ventanas estaba iluminada de forma cenital a través de una gran cristalera. Fue
una de las primeras estancias en Europa en iluminarse de este modo, cosa que
causó una honda impresión a todos los
visitantes, pues este tipo de iluminación no se generalizó hasta finales del
siglo XVIII. Asimismo, la claraboya proyectaba una luz un tanto irreal sobre la
estancia que aumentaba su magnificencia, pero eso no impidió que hubiera
constantes problemas de infiltración de agua.
Maqueta de la Escalier des Ambassadeurs realizada por Charles Arquinet en 1958. |
Gravado del muro donde se sitúa la entrada hecho por Louis Surugue. © RMN-Grand Palais (Château de Versailles) - Hervé Lewandowski. |
La iconografía de la decoración también fue primorosamente seleccionada. El
tema central era la Guerra de Holanda (1672-1678), que había sido una gran victoria
para el Rey Sol. Charles Le Brun diseñó y Adam van der Meulen pintó cuatro
paneles que imitaban unos tapices y en los que figuraban la Toma de Valenciennes (17 marzo 1677), la
Batalla de Kassel (11 abril 1677), la Rendición de Cambrai (19 abril 1677) y la Toma
de Saint-Omer (22 abril 1677). En los rellanos superiores, dos hornacinas
con voluminosos trofeos militares esculpidos por Antoine Coysevox hacían
referencia, también, a la exitosa campaña.
Fresco que imita un tapiz representando la Rendición de Cambrai ante Louis XIV, diseño de Charles Le Brun. © RMN-Grand Palais (Château de Versailles) - Gérard Blot. |
La escena fue en realidad pintada por el famoso pintor de batallas Adam van der Meulen (1632-1690). |
Gravado de Surugue que representa uno de los dos trofeos esculpidos por Antoine Coysevox. © RMN-Grand Palais (Château de Versailles) - Gérard Blot. |
Pero más allá de la Guerra de Holanda, la iconografía hacía referencia a
algo más eterno, la pretensión de Louis XIV
de convertir Versailles en un nuevo axis
mundi en el que confluyeran todos los pueblos de la tierra para observar la
magnificencia del monarca. No debemos olvidar que a partir del reinado de Louis XIV, los tratados de paz, que hasta entonces se habían redactado en latín, empezaron a ser escritos en francés. Así pues, los cuatro continentes entonces conocidos (Europa, África, Asia y América) aparecían representados en forma de alegorías
en los cuatro ángulos del fresco del techo. Del mismo modo en las paredes del
primer piso se habían pintado cuatro trampantojos que simulaban columnatas y pórticos,
y de las pinturas emergían distintos personajes, que apoyados en balaustradas ficticias,
contemplaban la llegada de los nuevos embajadores. De ese modo los recién
llegados recorrían un espacio que recordaba las cortes exuberantes y
multinacionales del Emperador de Roma o del Sultán de Constantinopla.
Gravado de la bóveda que reproduce la "Alegoría de Asia". © RMN-Grand Palais (Château de Versailles) - Gérard Blot. |
Gravado que reproduce el trampantojo de las "diferentes naciones de Asia". © RMN-Grand Palais (Château de Versailles) - Gérard Blot. |
El conjunto se remataba con el busto de Louis XIV situado encima de la
fuente central, justo enfrente de la entrada. El busto realizado por Jean Varin
fue substituido hacia 1693 por otro, juzgado de mejor calidad, de Antoine
Coysevox; en ambos el Rey vestía una armadura y una toga romana.
Busto de Louis XIV realizado, en 1681, por Antoine Coysevox que substituyó al de Varin en lo alto de la escalera. © RMN-Grand Palais (Château de Versailles) - Gérard Blot. |
Muy usada durante el reinado de Louis XIV, la Escalier des Ambassadeurs sirvió de entrada de ceremonia para
embajadores y otros dignatarios que eran recibidos por el Rey Sol en el llamado
Salon d’Apollon, en el caso de
audiencias ordinarias, o en la Galerie
des Glaces, en el caso que fueran extraordinarias.
A lo largo del siglo XVIII, la escalinata fue cayendo en desuso, siendo
poco a poco suplantada por la vecina Escalier
de la Reine. Por otro lado, el Versailles de Louis XV (1715-1774) prefirió
la comodidad a la monumentalidad. A finales de los años 40, un pequeño teatro
de corte fue instalado en el espacio central de la escalera. En él la Marquesa de
Pompadour encandiló a su regio amante hasta que, en 1752, éste decidió eliminar
la escalera para poder construir un appartement
en el primer piso para su hija favorita, la princesa Adélaïde de France. Solo
la belleza de las nuevas estancias puede disculpar la desaparición de la Escalier des Ambassadeurs.
No obstante, a pesar de su ausencia, la monumental escalera del Rey Sol
proyectó una larga sombra en la arquitectura historicista del siglo XIX y
varias fueron sus replicas. La más famosa y fidedigna de todas se encuentra en
Herrenchiemsee (1878-1886), el fastuoso palacio que el fascinante Ludwig II de
Baviera construyó a imitación de Versailles. La otras dos grandes copias fueron la del desaparecido Palais Albert de Rothschild (1879-1884) en Viena y la del, también desaparecido, Palais Rose (1896-1902) que
el dandy Boni de Castellane construyó
en Paris.
La Prunktreppenhaus de Herrenchimsee, versión corregida y aumentada tan típica del siglo XIX. |
¡Hola!
ResponderEliminarsoy nuevo por aquí y he quedado impresionado por la amplia información de esta entrada. Indudablemente existe un "Antes" y un "Después" a partir de la construcción de Versailles, una de las maravillas del Neoclasicismo; a partir de entonces los palacios serían construidos a semejanza de éste.
¡Felicitaciones al director de este blog! uno de mis máximos anhelos es conocer Versailles en una fecha no muy lejana.....
Fred
¡Muchas gracias una vez más!
EliminarPero, ojo, Versailles es una de las maravillas del arte BARROCO, barroco clasicista, ciertamente, que los franceses prefirieron denominar “clasicismo francés” para remarcar que Paris era la nueva Roma, pero que no deja de ser Barroco al fin y al cabo, y que no debe confundirse con el NEO-clasicismo que surgió a mediados del siglo XVIII y que tiene un contexto distinto :)
En cualquier caso le deseo mucha suerte en su visita al “rey de los palacios” que últimamente perece que se ha convertido en un centro comercial en un día de rebajas ;)
Cordialmente,
Enric de Giménez.