Desde finales del Imperio Romano,
fue costumbre embalsamar los restos mortales de monarcas y
grandes señores, práctica íntimamente asociada al Cristianismo, pues,
recordemos que en la Antigua Roma lo más habitual era la incineración.
Siglos más tarde empezó a
practicarse también el entierro por separado del corazón. Extraído
del cuerpo del fallecido, el corazón era también debidamente embalsamado y
enterrado con gran respeto; razón: la muy antigua creencia que identificaba el
corazón como el órgano que contenía el alma y la consciencia. Pero también
había otra razón más prosaica: con la dispersión de los restos del difunto
entre varias instituciones, más religiosos orarían por la salvación de su alma.
Generalmente se suele identificar a los emperadores germánicos Otto I († 973) y Heinrich III († 1056) como los primeros monarcas en seguir dicha práctica.
La Herzgruft (Cripta de los Corazones) en la Augustinerkirche de Viena, donde se guardan los corazones de la dinastía de los Habsburgo. |
En el Reino de Francia, el lugar tradicional de entierro de los monarcas fue siempre la Abadía de Saint-Denis, mientras que los corazones fueron inhumados en distintos lugares, aunque a partir del siglo XVII, los corazones de los reyes fueron a la iglesia de Saint-Louis des Jésuites (actual iglesia de Saint Paul – Saint Louis) y los de las reinas y otros miembros de la familia real a la iglesia de Val-de-Grâce. Los protocolarios y barrocos funerales regios se mantuvieron hasta la Revolución Francesa, aunque, como anécdota quizás quepa destacar que cuando Louis XV murió en 1774, el cortejo fúnebre tuvo que viajar de Versailles a Saint-Denis de noche para evitar los abucheos o que a la muerte del delfín Louis-Joseph (hijo mayor de Louis XVI y Marie-Antoinette) en junio de 1789 se tuvo que organizar un funeral muy modesto a causa de la profunda crisis financiera que atravesaba la Corona.
Mausoleo de Louis XII y Anne de Bretagne en Saint Denis (1515). |
Efigies de Henri II y Catherine de Médicis (1573) en el interior de su mausoleo. © Ministère de la Culture - Médiathèque du Patrimoine, Dist. RMN-Grand Palais / René-Jacques. |
Después de la caída monarquía francesa en agosto de 1792 y de la instauración del Terror, se procedió a una eliminación de los símbolos de la realeza: el mobiliario de las residencias reales fue vendido en subasta, los tronos quemados, las estatuas de los monarcas fundidas y en octubre de 1793, el gobierno “terrorista” decretó la completa destrucción de las tumbas regias de Saint-Denis. Durante el mes de octubre y enero siguiente se procedió a abrir una a una las tumbas para sacar los cuerpos momificados y tirarlos a una fosa común, se abrieron más de 150 tumbas, entre ellas las de Louis XIV, Catherine de Médicis o Saint-Louis. Los monumentos artísticamente relevantes (esencialmente los de finales de la Edad Media y del Renacimiento) fueron conservados, el resto no.
Versión light de la profanación de los sepulcros reales pintada por Hubert Robert. |
Lo mismo ocurrió en las iglesia de Saint-Louis des Jésuites y en Val-de-Grâce con los relicarios que contenían los corazones. Pero a diferencia de los cuerpos, los corazones fueron especialmente apreciados por los pintores, pues contenían una substancia llamada “mummie”, mezcla de las substancias de embalsamar y de la propia materia orgánica del cuerpo, que, usada como barniz en los cuadros les daba un acabado sobrenatural. Hasta entonces la “mummie” se había podido adquirir a precio de oro a través de mercaderes del Mediterráneo Oriental que la conseguían de los cuerpos de judíos enterrados en Oriente Próximo.
Así pues, en otoño de 1793, el arquitecto Louis François Petit-Radel, encargado de desmantelar y revender los relicarios, llamó a sus colegas pintores para que pudieran adquirir la materia. El pintor Saint-Martin se llevó los corazones de Louis XIII y Louis XIV (que era el más grande de todos), y su amigo Martin Drolling, en Val-de-Grâce, adquirió once corazones pertenecientes entre otros a Anne d’Autriche (madre de Louis XIV y hermana de Felipe IV de España), Marie Thérèse d’Autriche (esposa de Louis XIV y hermanastra de Carlos II de España) y de Louis, Duque de Borgoña (hermano mayor de Felipe V).
El pintor Saint-Martin dudó durante largo tiempo en usar tan preciado y macabro material pero finalmente se decidió a usar una pequeña porción del corazón de Louis XIV. En 1815, con la Restauración Borbónica y la subida al trono de Louis XVIII (hermano del decapitado Louis XVI) se iniciaron pesquisas para saber el paradero de los restos regios. Saint-Martin decidió entonces retornar los corazones y el Rey le recompensó con una pitillera de oro.
Armario de los corazones en Saint-Denis, con algunos de los restos recuperados durante la Restauración Borbónica. http://stephane.thomas.pagespro-orange.fr/ |
Corazón de Louis XVII (hijo de Louis XVI y de Marie-Antoinette) inhumado en Saint-Denis en...¡2004! |
Martin Drolling tuvo menos escrúpulos y utilizó la totalidad del material comprado en Val-de-Grâce, pero a pesar de la “mummie” su obra jamás fue apreciada por el público, y vivió toda su vida de forma humilde rayando la pobreza. Finalmente, en 1817, consiguió que su única obra que hemos conservado fuera expuesta en el prestigioso Salon de peinture et de sculpture. Desafortunadamente murió antes que abriera el certamen y que el público pudiera admirar su obra.
La obra en cuestión es una pintura costumbrista llamada Intérieur d’une cuisine, y actualmente se encuentra expuesta en el Louvre. Es en ella donde, al parecer, se encuentran los corazones de las reinas, príncipes y princesas de Francia.
Intérieur d'une cuisine (circa 1815) de Martin Drolling, Musée du Louvre. |
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