La fama del Musée
du Louvre es bien merecida, pues las colecciones que alberga están,
sin duda, entre las diez mejores del planeta. Pero también es cierto que el
Louvre disfruta de un nombre célebre y de una situación inmejorable en el
centro de una, más célebre aún, capital europea. La colecciones del museo que
van desde la Mesopotamia Antigua hasta las Artes Decorativas del siglo XIX
pasando por estatuaria clásica y grandes obras de la pintura universal se ha
visto recientemente acrecentada con la apertura del nuevo departamento de Arts
de l'Islam (setiembre 2012).
Cada día millones de
turistas deambulan, pululan y corretean entre las salas, pagando religiosamente
la entrada y estorbándose los unos a los otros. La mayoría de los turistas
recorren de un lado a otro el museo, visitan las obras más célebres y salen
satisfechos porque han estado en el Louvre y han visto la cansina Monalisa;
una minoría se centra en uno de los departamentos que más les apasionan, lo
miran y lo remiran y salen maravillados y habiendo aprendido mucho; y
finalmente, otra minoría "más minoritaria" que en detrimento de las
magnificas obras se interesa por la arquitectura del inmenso complejo, desde
los restos del antiguo foso hasta los hospitalarios (de hospital) halls del
señor Pei. Este último grupo suele salir también maravillado pero marcadamente
confuso. Bien, pues es a ellos a los que dedico esta larga serie de posts (que
no se cuando terminaré...) que buscan reconstruir las vicisitudes
arquitectónicas del Louvre a través de algunas estancias y secciones claves de
su historia.
Para empezar el
sempiterno mapa de colorines sobre la evolución del complejo, que espero que al
final resulte menos críptico que ahora.
Sacado de una guía de 1924. |
Sacado del indispensable Histoire du Louvre de Louis Hautecour. |
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